Los
antiguos griegos llamaban hubris a la debilidad humana manifestada en la exagerada
o innecesaria arrogancia en medio del triunfalismo o la ira, como cuando
Aquiles arrastró con su carroza el cuerpo de Héctor fuera de las murallas de
Troya. No existe una traducción directa al español, sin embargo, los hispano
parlantes podemos fácilmente reconocer el hubris en hechos históricos que van
desde la conquista de América hasta el ajusticiamiento de Osama Bin Laden.
Los nazis, cegados por el hubris estaban tan seguros de una victoria absoluta y eterna que jamás les
pasó por la mente que un día habrían de responder por sus deleznables crímenes. La misma
naturaleza humana permitió al Ejército de Guatemala no solamente cometer las
atrocidades que cometió sino también perseverar en los intentos fútiles de aniquilar la
memoria histórica de las víctimas en el post conflicto.
Pero tal y
como lo concibieron los antiguos griegos, al hubris -sea este nazi o chapín-
siempre le sigue Némesis, la diosa del justo castigo. Pensó sin duda el status quo
que con los mal llamados “Acuerdos de Paz” podrían tapar con un dedo el sol de
la historia. Creyeron que con el control total de los medios tendrían
garantizado el silencio sobre las verdades contenidas en los reportes REHMI y
de la CEH.
Desde un
punto de vista histórico en ésta historia que nada más empieza a escribirse, la
narrativa oficial promovida por los medios y sus anunciantes hasta el momento
sostiene que el ejército como garante del estado de legalidad derrotó
militarmente a la guerrilla, una retahíla de facinerosos al margen de la ley
cuya razón de ser y orígenes nunca ha sido necesario discutir. Hechos
plenamente comprobables como que la guerrilla salió del mismo ejército, que
nunca hubiera existido guerrilla sin los abusos del ejército o que los
regímenes militares eran tanto o más ilegítimos que la guerrilla brillan por su
ausencia en la versión oficial.
Treinta
años después, el status quo y los medios siguen gritando a los cuatro vientos sin
que nadie los contradiga que el ejército ganó la guerra militar.
Desafortunadamente para el ejército, como habría de señalar Martín Rodríguez, la confirmación constante de la veracidad de
los reportes REHMI y de la CEH le está propinando una abrumadora derrota histórica que ni el silencio más feroz de Prensa Libre puede mitigar. De más
está decir que las “glorias” de que el ejército hace alarde tienden a mermar
cuando se confirma que la gran mayoría de los 200,000 “derrotados” fueron
civiles desarmados, mujeres y niños.
Los
guerrilleros por su parte se cubrieron mejor las espaldas no solamente porque admitieron
abiertamente sus crímenes, sino porque colaboraron plenamente con los autores
de los reportes. Este contraste con el obstruccionismo y hubris de los
militares hizo que fuera de Guatemala se considerara que la guerrilla ganó la "guerra diplomática". Un muy dudoso triunfo cuando se toma en cuenta que fue la
enorme torpeza del ejército la que se los dio en bandeja de plata.
Es de
reconocer que el único frente en el que los guerrilleros sí fueron derrotados
incuestionablemente fue el mediático. Prueba de ello es que la estrategia de
demonización de la guerrilla de parte de los medios continúa intacta hasta el
día de hoy. Las palabras guerrillero, comunista, socialista, etc, siguen siendo
insultos o descalificadores capaces de destruir carreras y reputaciones. En contraste, pero en plena congruencia con
la narrativa oficial, los militares no tienen que lidiar con estigmas que les
impidan participar plenamente en la vida política del país. En retrospectiva,
resulta inconcebible que los guerrilleros hayan firmado la paz sin haber tenido
una estrategia mediática para el post conflicto. No controlan ni un solo
periódico, radio o canal de televisión mainstream que pudiera hacerle
contrapeso a la narrativa oficial conducida por prácticamente todos los medios
existentes.
Pero treinta
años después de las atrocidades, cambios radicales en las condiciones sociales
y tecnológicas del país hacen imposible que la farsa de la narrativa oficial se
sostenga. Es ahora evidente que los acuerdos de impunidad fueron simplemente una bomba de tiempo que
tarde o temprano tenía que estallar. El
detonador será sin duda la tecnología que permite que medios alternativos como
Plaza Pública, Albedrío, Wikileaks, blogs y las redes sociales erosionen poco a
poco los tabúes de la memoria histórica que para los medios del status quo eran
hasta hace poco intocables. Contra todas las expectativas, el mito de la derrota militar de la guerrilla se
derrumba con la derrota histórica que se dio a pesar del triunfo mediático que
por décadas neutralizó a la putativa derrota diplomática.
Mientras las agujas
del reloj avanzan, el pueblo se entera poco a poco que casi todo lo que se
murmuraba o se callaba del ejército era cierto y que nunca existieron glorias
de ningún tipo. Inexorablemente, al hubrís le habrá de seguir Némesis.